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Regio Power

 

Bernardo Ramonfaur

Monterrey, 14 / 2 /15

 

 

Para los que nacimos antes del inicio de Ã©ste tercer milenio, algo relativamente nuevo y de alguna manera sorprendente en esta ciudad de los cerros y el cemento, es el surgimiento reciente de una ola de participación ciudadana en diversos ámbitos, que se puede observar en el surgimiento de todo tipo de colectivos: culturales, ciclistas, ecológicos, de tinte político, o simplemente organizaciones en donde más bien se busca la convivencia entre personas con intereses afines. Por otro lado podemos observar también como en la política, será ya una realidad en éstas próximas elecciones para elegir Gobernador, la posibilidad de elegir a un candidato ciudadano, es decir, no afiliado a partido político alguno.

 

A lo largo de su historia, Monterrey se ha caracterizado, entre otras cosas por ser una región de cierto modo ajena o no del todo conectada al acontecer nacional o a los vientos políticos, ideológicos o sociales que bullen con mas intensidad en la capital o en ciertas regiones del país y que pierden intensidad conforme fluyen rumbo al norte o específicamente, al llegar a Monterrey. Ejemplos de lo anterior son los intentos que se han dado, de hacer de Nuevo León un estado independiente y que en la actualidad, aunque casi irrelevantes, aún existen. También se puede percibir como en la identidad regiomomontana existe un arraigado sentimiento de pertenencia, a veces demasiado iluso e irreal, llegando a crear mitos sobre lo que es ser regiomontano y que por supuesto no pasa desapercibido por algunas marcas que utilizan, explotan y fortalecen tales mitos a la vez que nos venden sus productos. Por otro lado algo evidente y hasta característico de la región es (o era hasta hace poco) ese desentenderse de cuestiones políticas, no tanto en el sentido de que no importara la política, sino en el sentido de entender a la misma, solo como ir a votar y no como participación ciudadana, que a fin de cuentas es la esencia misma de la política o la democracia, que es cosa pública, sin embargo, no era (y de algún modo no sigue siendo) extraño que por ejemplo las marchas para exigir justicia, derechos, etc, fueran vistas como actividad de «gente sin que hacer» y que surgieran por todos lados comentarios como «que se pongan a trabajar, es lo que deberían de hacer».

 

Lo realmente nuevo e interesante es que precisamente en éste momento histórico es que se manifiesta de forma concreta (aunque aún no completamente madura) una conciencia de participación ciudadana, de entender la ciudad como cosa de todos, de darnos cuenta que solo tenemos cierto poder para transformarla, en la medida en que lo ejercemos, y algo muy importante, que tenemos el derecho y en cierto modo la obligación de hacerlo. Pareciera que por mucho tiempo olvidamos y desde diversos frentes nos quisieron ( y quieren) hacer olvidar, precisamente que tenemos ese derecho y valor, que somos parte de la ciudad y que nuestras acciones o inacción afecta para bien o para mal a la situación en general.

 

Algunos ejemplos concretos son por ejemplo las diversas marchas, desde marchas por la paz, de apoyo a movimiento Yo soy 132, o últimamente la marcha de solidaridad con la situación y causa de Ayotzinapa en donde la respuesta de asistencia fue insólita para una ciudad como Monterrey. También un claro ejemplo es el reciente caso de las acciones llevadas a cabo por diversas organizaciones ciudadanas para impedir que el congreso del estado convirtiera un parque en un estacionamiento, y en general todas aquellas voces de inconformidad y en no pocos casos, también de propuesta por parte de personas que cada vez de mejor manera se organizan y desde sus posibilidades, actúan.

 

Por supuesto que el cambio que se comienza a observar, no ha sido de la noche a la mañana, sino que influyen en el muchos factores entre los cuales pudieran mencionarse: La alternancia de poderes en el 2000 (que aunque es bastante cuestionable el hecho de haber generado un «cambio» para bien en México, constituyó un cuestionamiento directo al poder político que imperaba, o al menos fue percibido como tal), el surgimiento de las redes sociales y la globalización de la información (no en medios locales o nacionales sino principalmente por medio de internet) y de forma más directa, los oscuros años en los que se vivió (y se vive aún) una violencia sin precedentes en la región, que hicieron mella en la conciencia de los ciudadanos acerca de la responsabilidad individual y colectiva que tenemos todos como comunidad (o comunidad de comunidades), que no puede dejarse solo en manos de algunos gobernantes o empresarios. Ésta última situación nos permitió percatarnos que vivíamos de alguna manera en una ciudad sitiada, a merced de los pleitos e intereses de políticos, empresarios y delincuentes (o una mezcla de los tres), de ahí surge inconformismo y la necesidad de organizarse para hacer algo, esto sin mencionar la larga historia de descontento de los mexicanos con su gobierno, y en el caso de Monterrey, el convertir al ciudadano en un peón o agregado en una ciudad privatizada.

 

De diversas formas se sigue nutriendo y construyendo el mito o los mitos sobre lo que es ser regiomontano (principalmente desde la publicidad y el gobierno), (el ranchero noble, macho, trabajador y aventado), pero también cada vez más se va formando una real identidad que es más consciente, plural, abierta, que no quiere ser el estereotipo impuesto. Pareciera como si existieran dos fuerzas opuestas, o bien como si todas las fuerzas se agruparan en dos, una que busca que Monterrey siga siendo una ciudad excluyente y discriminadora (según CONAPRED, Monterrey es la ciudad de México que más discrimina) en donde los regios se sientan elegidos por los dioses (estilo destino manifiesto versión polka norestense), y por otro lado existe una fuerza, ahora afortunadamente mas tangible, en donde se busca un Monterrey más incluyente, solidario y en pocas palabras, más humano.

 

El paradigma ha cambiado, y de a poco nos vamos dando cuenta. El slogan de «Nuevo León estado de progreso", hace referencia principalmente un progreso de tipo industrial, técnico o comercial. Ahora esa idea de progreso se ha visto cuestionada y surge la pregunta de si el progreso y el bienestar es eso que se nos ha vendido  y que hemos construído. Parece ser una buena oportunidad para tomar conciencia de que el progreso no es la industria y la construcción de más avenidas sino el bienestar, el desarrollo y una vida digna para TODOS.

 

Éste empoderamiento ciudadano es aún pequeño, pero ya visible, y por ser aún inmaduro está expuesto a excesos y errores, que sin embargo son necesarios en todo aprendizaje. No se trata de «buenos contra malos» o «gobierno contra sociedad», etc.  Los colectivos e iniciativas ciudadanas, están obviamente formados por personas que como todos, tenemos elección para la honestidad o la corrupción. No se trata de idealizar la participación ciudadana, sino de verla objetivamente como una forma (relativamente nueva en Monterrey) de organización y de acción con fines a la construcción de una mejor ciudad.

 

Cabe dar reconocimiento y agradecimiento a todas aquellas personas que desde diversos frentes, en lo pequeño o en lo grande, han ido haciendo posible este aún pequeño amanecer ciudadano, que aunque es minoría, sirve de fermento para todas esas personas que aún no toman conciencia de que en sus manos está también la posibilidad de cambio.

 

 

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